Las emociones son parte de nosotros, nos construyen y conforman como individuos. El miedo, la ira, la tristeza y la alegría son emociones normales y no tiene nada de malo sentirlas, incluso su ausencia podría estar relacionada con algún trastorno o con una falta de aceptación de emociones y por lo tanto, consecuencias negativas para la salud.
Cuando estamos en un estado emocional muy intenso tenemos la sensación de no poder controlarlo. Si estamos muy enojados podemos comenzar a temblar, el corazón se nos acelera, sentimos un dolor en el estómago y un nudo en la garganta, tal vez percibimos que comenzaremos a llorar. Ciertamente, esto puede variar de persona a persona, todos somos diferentes y nuestras emociones también se expresan de distinta manera a través de nuestro cuerpo. Sin embargo, el problema comienza cuando este estado emocional prevalece por más tiempo del que debería. Es decir, viví una situación que me causó mucho enojo e impresión, pero han pasado dos horas y continúo sintiéndome enojada(o), no dejo de pensar en la situación que me molesta y recordar lo sucedido, sigo sintiendo el nudo en la garganta y el dolor en el estómago, aunque reconozco que no me gusta sentirme así, tampoco sé cómo dejar de hacerlo
Y bien, la emoción ya cumplió su cometido, nos puso alerta, nos hizo reaccionar y darnos cuenta de que algo pasa ahí y que tal vez debemos realizar algunos cambios o buscar soluciones. Es momento de cambiar de emoción, esto es posible con la regulación emocional.
La regulación emocional nos ayuda a iniciar, mantener, modular o cambiar la aparición, intensidad o duración de los estados emocionales y los procesos físicos que los acompañan.
Ahora, para tener una buena regulación emocional es importante tomar conciencia de la relación que puede existir entre la emoción que estamos sintiendo, que pensamientos y creencias influyen en ella y el tipo de comportamiento que estamos teniendo como resultado.
Por ejemplo. Me molesté mucho porque mi jefe no admite mis comentarios, cuestiona mis decisiones y no reconoce mi trabajo. Así que un día me cansé y tuvimos una discusión, sentí enojo y todas las características físicas que mencioné anteriormente. En este caso lo primero que deberíamos hacer es identificar que estamos sintiendo enojo, nuestros pensamientos y creencias podrían decirnos que tal vez siento que tengo la razón, tal vez pienso que mi jefe es incompetente para el puesto, lo que me predispone a sentir molestia y finalmente, comprendo que esto se expresa a través de mi comportamiento, me vuelvo hostil, estoy a la defensiva y me altero.
Cuando tomamos conciencia de lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos es más fácil cambiar de un estado emocional a otro, ese es el primer paso. Pero ¿cómo puedo salir de ese estado? Bueno, no es tan fácil, pero tampoco es imposible.
Preocuparnos por tener una buena autoestima, tener una actitud positiva en la vida, un buen sentido de responsabilidad, capacidad de analizar nuestro entorno social, pedir ayuda y ser autoeficaces como personas, son habilidades que incrementaran nuestra autonomía emocional y por tanto, nos darán herramientas para lograr una adecuada regulación emocional, pues seremos capaces de analizar nuestros pensamientos y manejar de una manera más efectiva nuestras emociones.
Aprender a regular nuestras emociones no significa negarlas o reprimirlas, nos referimos a identificarlas, aceptar su mensaje, decidir cambiar lo que es necesario y dejarlas ir, sustituyéndolas por otras que nos hagan sentir en armonía. Podemos pensar en los aprendizajes que esa situación nos dejó, las fortalezas, habilidades y conocimientos y voltear a ver aquellos detalles de nuestra vida por los que podemos sentirnos agradecidos y permitirnos abrazar una emoción positiva.
¿Quieres mejorar tu regulación emocional? ¿Te cuesta salir de un estado emocional negativo y dañino para ti y los demás? ¡Acércate a nosotros!
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